La versión más oscura de Prince of Persia.

A comienzos de los 2000, Prince of Persia era la franquicia a batir por todo el mundo. Esta nueva serie se apoyaba en 3 pilares: una jugabilidad magnifica gracias al uso del cada vez más popular parkour, puzzles que nos hacían estrujarnos los sesos e intensos combates contra todo dios. La primera entrega de Prince of Persia en 3D, Las Arenas del Tiempo (del cual recibiremos un remake en unos meses), enamoró por igual a la critica y a los jugadores, convirtiéndos en el mejor juego de acción y aventuras de aquel año 2003. Pero, ¿cómo se podía mejorar algo que parecía imposible? Pues la gente de Ubisoft lo volvió a hacer en la Xbox original con la segunda entrega de esta nueva serie: El Alma del Guerrero.

Con la secuela, el estudio canadiense de Montreal dio un enorme salto de fe al cambiar por completo el tono del juego. Mientras que la jugabilidad y la forma de recorrer el juego seguían siendo en gran medida las mismas, la historia y los efectos visuales recibieron una sorprendente revisión. Se acabaron los tonos cálidos del original y los comentarios sarcásticos del Príncipe. Y lo mejor de todo: ¡funciona!

¿Pero qué te ha pasado, Príncipe? T_T

Antes del lanzamiento del juego, cuando yo aún estaba en el instituto, pasé mucho tiempo leyendo en revistas impresas sobre él, así como llevándome las manos a la cabeza por el tremendo cambio que parecía haber pegado el estilo artístico. Así pues, recordemos y veamos por qué El Alma del Guerrero es la mejor entrega de la serie.

El Alma del Guerrero arranca siete años después de Las Arenas del Tiempo. El Príncipe de Persia se encuentra huyendo del Guardián del Tiempo, Dahaka, el cual quiere infligirle un duro castigo por liberar las arenas. Como último recurso, nuestro protagonista viaja a la Isla del Tiempo para enmendar sus errores. Nuestra misión será conseguir conseguir una audiencia con la Emperatriz del Tiempo. Una premisa lúgubre que se mantiene a lo largo de todo el juego.

Lo mejor del argumento es que se basa en básicamente cuatro personajes para contar la historia, lo que no hace sino aumentar la sensación de temor. Está el propio Príncipe, que ha cambiado mucho desde su aparición en Las Arenas del Tiempo. Lo que antes era un tipo dicharachero y vivaz, ahora parece derrotado y vulnerable. Y luego está Dahaka, la figura sombría que aparece a intervalos para recordarle al Príncipe su mortalidad. También nos enfrentaremos a la provocadora y seductora Shahdee, sirvienta de La Emperatriz. Y por último, está la misteriosa Kaileena, la cual resulta ser la emperatriz al final del juego.

El tono de la historia contrasta enormemente con el de Las Arenas del Tiempo y Las Dos Coronas, ya que no encaja estilísticamente, pero de alguna manera tiene mucho sentido dentro del argumento general. A lo largo de la campaña, nada hacía presagiar que el Príncipe de Persia fuera a salir victorioso. Y El Alma del Guerrero también presentaba dos finales diferentes, uno de ellos desbloqueable al obtener todos los objetos del juego. Sin embargo, ninguno de los dos finales era feliz.

La Emperatriz en "todo" su esplendor
La Emperatriz en “TODO” su esplendor.

Es cierto que la jugabilidad seguía siendo en gran medida la misma que en el anterior título. Es decir, impresionante. Pero el tono oscuro de la historia también se notaba en ella. Cuando el príncipe llega a la orilla, la isla le recibe con una melodía sombría y una manada de cuervos dando vueltas. La isla en sí es oscura y deprimente, su fortaleza se desmorona y carece de vida, sin que el paso del tiempo parezca importunarla. Esto cambia un poco cuando el Príncipe desbloquea la capacidad de viajar en el tiempo. Como por arte de magia, la vegetación regresa y los grandes salones recuperaron su antiguo esplendor. El juego contrasta no sólo con las otras entregas, sino dentro de sus propios límites. Aparte de los puzzles repartidos por la fortaleza, no se nos dan muchos momentos de respiro. Y El Alma del Guerrero lucía su tono oscuro como una insignia de honor.

Una versión oscura del Príncipe era todo molona.

También era mucho más gráfico y violento que su predecesor, centrándose en la provocación y el gore. Durante los combates, cada golpe de espada dejaba cortes visibles y el Príncipe acababa con todos los enemigos en una gloriosa salpicadura de sangre, a lo Tarantino. A menudo los decapitaba o incluso los partía por la mitad. Recordemos que Prince of Persia: La Arenas del Tiempo presentaba un tono más amable y un amable PEGI +12. Este El Alma del Guerrero contaba con un +18 totalmente justificado. La música oscura y heavy metal acompañaba cada encuentro de batalla.

En esta entrega no se ahorraba en dosis de hemoglobina.

El Alma del Guerrero no era en absoluto perfecto. En la versión de Xbox el juego sufría unas caídas de framerate más que considerables y la cámara induce fácilmente a momentos de confusión y de decir “¿pero dónde demonios estoy? Pero la jugabilidad y la historia tienen tanta sustancia que los defectos pueden pasarse por alto fácilmente. Sus personajes, entornos y música funcionaban al unísono para formar algo único y especial. Hoy en día, es raro que un juego se diferencie tanto de sus predecesores y, de alguna manera, conserve la esencia. Y por intentar algo tan diferente, y más aún por conseguirlo, los desarrolladores se merecen un gran aplauso.

Por ahora, la única forma de jugar a El Alma del Guerrero es en la primera Xbox, ya que el juego aún no ha llegado a la retrocompatibilidad. Mientras tanto, tendremos que esperar al 18 de marzo que es cuando llegará el ansiado remake de Las Arenas del Tiempo. Y si todo va bien, quizá consigamos ver una segunda parte de esta también…

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