Desde que di por finalizada la experiencia web dentro de mis proyectos personales (todavía siento esa morriña y ganas de redactar pero no puedo atender la web como lo requiere un administrador) veo los videojuegos desde una visión más subjetiva de lo habitual. Si bien, es cierto afirmar que ningún autoproclamado analista o crítico (hasta el momento no hay una profesión que lo tipifique y debemos fiarnos de aquellos que dicen serlo) es realmente objetivo ya que la opinión de cada uno está influenciada por sus propios gustos, influencias y afinidades. En mi caso ocurre de una forma más peculiar: los videojuegos que pruebo carecen de esa chispa que los hace únicos. Me da la sensación de que mucho de lo que juego ya lo he jugado antes y las cuartas entregas de famosas sagas me entretienen hasta cierto punto pero acaban por aburrirme.

Ya me pasaba desde hace tiempo, pues muchos juegos del montón pasaban por mis manos sin terminar de engancharme, algo que es una mala señal ya desde el principio, y secuelas de grandes producciones que me parecían una ampliación de lo ya conocido que tras tres o cuatro ediciones me provocaban un ataque de bostezos. Videojuegos considerados una maravilla que se repetían en todos los sentidos y que repetían precios desorbitados a pesar de no aportar ni motores gráficos nuevos ni, en esencia, novedades plausibles como si de un nuevo juego se tratara. Juegos sin alma que eran expansiones de lo que ya hemos conocido a un precio de juego nuevo (70 euros de nada) que dejaban de interesarme en una o dos horas. Jugados por inercia y testeados en sus modos online que, en muchas ocasiones, eran meros añadidos que no aportaban chispa de ningún tipo.

Ahora que he cerrado la web y que dispongo de un presupuesto para comprarme juegos puedo ver de forma todavía más clara que muy pocos juegos tienen una de las cualidades indispensables en este sector: divertir. Seguida de cerca por la de innovar y aportando cosas nuevas. De hecho, tal y como están las cosas, no es extraño que cuando tengo ganas de jugar acabe echando mano de algún clásico y si mi necesidad es de juego online, termine metido en alguna partida de Day of Defeat. Los juegos de hoy en día no consiguen hacerme “volver” a jugar como lo consiguen los clásicos. Hay honrosas excepciones, pues hay maravillas de la presente generación (ya en su ocaso) que sí he rejugado y rejugaré (santo Heavy Rain) pero que se cuentan con los dedos de una mano.

Los juegos de hoy en día carecen de alma y acaban, en su mayoría, amontonados en las secciones de segunda mano. Los juegos de hoy en día tienenen números 3 y 4 al final de sus títulos y raramente nos sorprenden a pesar de que puedan tener una gran calidad. Por eso, a veces, cuando alguien me recomienda un juego indie o free to play que me hace esbozar una sonrisa, pienso que a veces los productores se olvidan de la esencia de los juegos: el disfrute y la diversión; la emoción y las sensaciones.

Todavía no he perdido la esperanza, pero los juegos ya no me enganchan como antes…

Realizado por Capadocius